sábado, 29 de septiembre de 2012

Misión Olvido de María Dueñas



Incapaz de recomponer sus propios pedazos, la profesora Blanca Perea acepta a la desesperada lo que anticipa como un tedioso proyecto académico. Su estabilidad personal acaba de desplomarse, su matrimonio ha saltado por los aires. Confusa y devastada, la huida a la insignificante universidad californiana de Santa Cecilia es su única opción.

El campus que la acoge resulta, sin embargo, mucho más seductor de lo previsto, agitado en esos días por un movimiento cívico contrario a la destrucción de un paraje legendario a fin de construir en él un enorme centro comercial. Y la labor que la absorbe –la catalogación del legado de su viejo compatriota Andrés Fontana, fallecido décadas atrás- dista enormemente de ser tan insustancial como prometía.

A medida que se afana en vertebrar la obra de aquel hispanista olvidado, junto a ella va ganando cercanía Daniel Carter, un colega americano veterano y atractivo que no ocupa el sitio que debería ocupar. Entre ambos hombres, uno a través de sus testimonios póstumos y otro con su complicidad creciente, Blanca se verá arrastrada hacia un entramado de sentimientos encontrados, intrigas soterradas y puertas sin cerrar.

¿Por qué nadie se molestó en rescatar lo que Andrés Fontana había dejado a su muerte? ¿Por qué, después de treinta años, alguien tiene interés en que todo aquello se destape al fin? ¿Qué tiene que ver la labor inconclusa del viejo hispano con todo lo que está ocurriendo ahora en Santa Cecilia? ¿Qué le movió a desempolvar la historia no contada de las misiones del Camino Real?

Antes de encontrar respuestas, Blanca aun tiene mucho que aprender. Y ese viaje hacia el conocimiento lo hace dándole la mano al lector, quien se sumerge en la historia desde la primera página, donde se nos desgranan personajes, tanto ficticios como reales, y se nos descubren el llamado Camino Real y las misiones franciscanas de la Alta California española, de reconocer nuestra España en los años cincuenta, el Madrid de la década de los treinta, la Cartagena de finales de los cincuenta y otros tantos enclaves que no alcanzamos sino a tan solo imaginar. Todo ello fruto de una amplia documentación que engarza la historia en un contexto posible y por tanto real. Algo que la autora, María Dueñas, ya consiguió dominar en su anterior novela “El tiempo entre costuras” en el 2009.

Amores cruzados, certezas a medias e intereses silenciados que acabarán por salir a la luz. Viajes de ida y vuelta entre España y Estados unidos, entre el presente y el pasado de dos lenguas y dos mundos en permanente reencuentro. Entre el hoy y el ayer de aquellos trasterrados que, saltando fronteras y obstáculos, vivieron a caballo entre ambos empujados por la necesidad, el deber o la pasión.

Desde los viejos franciscanos que a lomos de mulas fundaron las míticas misiones californianas a los hispanistas y escritores exiliados que, a pesar de la nostalgia, nunca lograron regresar. De los militares norteamericanos que llenaron la España agridulce de los cincuenta con bases, dólares y cigarrillo rubios a un impetuoso estudiante dispuesto a cualquier cosa por una mujer.

Con todos ellos formando una unidad en la historia de Blanca, Misión Olvido compone una narración absorbente, emotiva y cargada de humanidad.

La protagonista es Blanca Perea, voz y alma de la novela. Profesora española, mujer de nuestro tiempo, madre de dos hijos, luchadora, profesional y centro de una familia estable hasta que, de manera imprevista, todo a su alrededor se desmorona. En busca de su recomposición emocional, decide poner distancia y acepta un proyecto académico que la trasladará a la universidad californiana de Santa Cecilia. A medida que avanza en su propio  proceso de reconstrucción y en la aceptación de su nueva realidad, se verá implicada en un cúmulo de afectos e intrigas que le abrirán puertas a un pasado con ramificaciones presentes que nunca pudo sospechar.

A lo largo de este camino le acompaña el legado de Andrés Fontana, hijo de un minero analfabeto y una humilde sirvienta, accede a sus estudios universitarios en los años treinta del sXX gracias a una beca inesperada. La Guerra Civil le forzará a desarrollar su carrera como profesor de literatura española en Estados unidos, integrando el colectivo de hispanistas en el exilio que llenaron las universidades americanas en aquellos días. Muerto en California a finales de los años sesenta, la recomposición de su legado es la tarea que Blanca asumirá durante su estancia en Santa Cecilia.

Pero irá de la mano de Daniel Carter. Impulsivo y vital, influenciado por su profesor (Andrés Fontana) se adentrará en las letras españolas hasta el punto de hacer de ellas su pasión y su profesión. Visitará la España de finales de los cincuenta a fin de documentarse sobre Ramon J. Sénder para su tesis doctoral, sin aventurar que ese viaje iniciático alterará su vida de manera irreversible para siempre. Blanca conocerá a Daniel años después en Santa Cecilia, convertido ya en un maduro profesor no exento de atractivo, con un turbio pasado y algunas deudas pendientes que, en principio, prefiere no sacar a la luz.

Pero el elenco de personajes no se cierra en torno a este triángulo principal, sino que encontramos un amplio abanico de personajes secundarios dotados de una gran personalidad, cuya presencia da paso a distintas acciones y que en ocasiones acaban configurando la columna vertebral de la novela.

Este es el caso de Aurora Carranza, una joven española que en momentos y sitios radicalmente distintos, enamoró a dos hombres con una pasión tal que trastocó el destino de ambos y torció la historia de su relación. Como si de un fantasma se tratara, la presencia o ausencia de Aurora en el relato constituirá la propia razón de ser de la novela.

Rebecca Cullen es la eficiente secretaria del departamento de Lenguas Modernas de la Universidad de Santa Cecilia, vieja amiga de Daniel Carter y punto de referencia para la nueva vida que Blanca Perea acaba de emprender en California. Rebecca acogerá a Blanca en su propio mundo y le abrirá también una ventana hacia un paso lleno de luces y sombras.

El director del departamento en el que trabajará Blanca es Luis Azárate, el colega cercano y amigable que, como casi todos los personajes de la novela, tiene también una cara y una cruz.  Confidente en ocasiones y adversario frontal en otras, acaba siendo uno de los vértices del triángulo principal.

Pero la clave del misterio la posee Darla Stern, antigua secretaria del departamento, estrechamente vinculada al profesor Fontana antes de la muerte de este. Es depositaria de oscuras memorias del pasado, distorsionadas gracias a una interpretación propia maliciosa de aquello que aconteció tres décadas atrás. Por suerte, Fanny, hija de ésta, la actual chica para todo del departamento, algo cortita de luces pero dueña de un depósito de recuerdos y sentimientos que arrojarán luz sobre algunas de las preguntas que Blanca se va haciendo a medida que pasan los días.

Hasta aquí los personajes ficticios. Pero la obra no sería la misma sin los personajes reales que anclan esta historia en una más que posible realidad:

Ramón J. Sender, una de las figuras literarias más emblemáticas del s. XX carente aún del debido reconocimiento. Prolífico narrador recibió en 1935 el Premio Nacional de Literatura por la novela Mister Witt en el Cantón, una obra que como descubrirá el lector es de vital importancia dentro de Misión Olvido, ya que la búsqueda de los escenarios que en ella aparecen determinará el viraje definitivo en la vida de Daniel Carter. Sender, tras su controvertida participación en la guerra civil española se verá en la necesidad de exiliarse a México, instalándose a partir de 1948 en EEUU, donde ejerció de profesor de literatura en varias universidades. Desde su destierro nos llegaron obras de capital importancia como Requiem por un campesino español (1953), La tesis de Nancy (1962) La aventura equinoccial de Lope de Aguirre (1963).

El Padre José Altimira es uno de los padres franciscanos enviados desde España a principios del s. XIX para prestar su servicio en las misiones fundadas por la orden en la Alta Califonia a lo largo de lo que posteriormente se conoció como El Camino Real. Insumiso a las órdenes jerárquicas eclesiástica, estableció buenas relaciones con las autoridades políticas de la zona, y sin el apoyo de sus superiores, fundó en 1823 en el pueblo de Sonoma San Francisco Solano, la última misión de la mítica cadena.

Su duro comportamiento con los nativos al querer encauzarlos hacia la fe cristiana y de este modo civilizarlos, acabó con la rebelión de éstos, que calaron fuego a la misión por lo que se vio obligado a huir con rumbo impreciso.

Pero esta novela es también un homenaje a los hispanistas y a la literatura del exilio. A todos aquellos que a pesar de estar lejos mantuvieron permanentemente vivas lejos de su patria la lengua y la literatura española, transmitiéndolas a generaciones de lectores y estudiantes, y dejando un sedimento memorable en todas las instituciones que con tanta generosidad los acogieron en su destierro.

Versos de Antonio Machado, Luis Cernuda o Pedro Salinas, personajes de la talla de Américo Castro que figuran esporádicamente entre los caracteres de ficción, o un supuesto encuentro de hispanistas organizado por Andrés Fontana, constituirán un tributo al legado de todas aquellas figuras memorables a las que tanto debe nuestra cultura.

María Dueñas nos sorprende llevándonos de la mano al antiguo Camino Real. Desde 1769 y durante más de cincuenta años, los monjes franciscanos ya fuera porque eran movidos por una fe férrea o por una ciega lealtad a su rey, recorrieron la aún salvaje tierra de la Alta California española levantando misiones en nombre de su patria y de su dios.

Empezaron por San Diego de Alcalá, y avanzando a pie abriéndose paso por territorios aún por explorar, alzaron poco a poco las veintiuna construcciones que acabaron formando el llamado Camino Real. La cadena finalizaría en 1823 con la fundación desautorizada por parte del padre Altimira de San Francisco de Solano, en el pueblo de Sonoma, al norte del actual estado.

Su propósito no era otro que el de cristianizar a la población nativa y hacerles entrar en la civilización, enseñándoles a vivir según criterios occidentales e intentando difundirles sus comportamientos, su lengua y su moral. Dejando una huella imborrable en cientos de nombres de pueblos, ciudades, montes y bahías que surcan el mapa del actual estado norteamericano y en pequeños detalles que saltan a la vista, desde el color de las paredes hasta las tejas de barro, los viñedos o las forjas de las ventanas.

Más de un siglo después, llega a estas tierras el profesor Andrés Fontana. Descubrir de pronto tantos ecos de su propia tierra en ese mundo ajeno, le sorprende. Y tras ahondar en su historia y vicisitudes, pronto intuye que allí hubo algo más…

Pero la novela nos propone también adentrarnos en la universidad, no solo como escenario, mil veces ya mostrado en otras obras, sino también como forma de vida, algo muy habitual en las novelas anglosajonas si bien escasamente utilizado en la narrativa española de nuestros días pero que dada la formación de la propia autora, era obvio integrar en su obra viéndose reflejado en la ficticia universidad californiana de Santa Cecilia que acoge a la protagonista.

Misión Olvido nos adentra en la España de los años cincuenta, con cierta mirada nostálgica, con un cierto tono irónico pero entrañable repleto de guiños costumbristas: los cigarrillos Bisonte, los vagones de tercera, los almanaques de Julio Romero de Torres, la censura, el anquilosamiento social, las pensiones, las porterías, … Nos desvela el gigantesco entramado de bases aeronavales y estaciones militares como las de Torrejón, Zaragoza, Rota y Morón que trajeron a España miles de norteamericanos generalmente junto a sus familias, que generaron la construcción de modernísimas instalaciones y la llegada de algunas novedades que dieron cierto color a esa España gris: los chicles y los cigarrillos Lucky Strike.

Pero todo ello no es sino el envoltorio de una novela donde las segundas oportunidades son viables, donde se nos enseña que la superación de nuestros obstáculos es posible.


Misión Olvido es un canto al optimismo que nos convencerá de que, por duros que sean los momentos, por fuertes que soplen los vientos, lo mejor de la vida… está siempre, siempre por llegar

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